18 enero 2017

Una revolución obrera en el Atlántico Sur


 
En 1920, los balleneros de las Georgias se sublevaron y proclamaron una “revolución bolchevique”, conservando el poder durante diez días

Por Bernardo Veksler

 

La región austral tiene una fecunda historia de luchas obreras, aunque no son muy conocidas. En las últimas décadas, hubo intentos de historiadores y periodistas por sacar a la luz esas confrontaciones sociales.

En Punta Arenas se gestó una poderosa fracción de la oligarquía argentina. Los estancieros se enriquecieron aceleradamente ocupando las tierras y exterminado a los nativos.

Ese desarrollo convocó a miles de trabajadores. No llegaron solos, muchos de ellos trajeron consigo su rebeldía. Su capacidad de organización les permitió superar las dificultades climáticas y generar las inéditas movilizaciones y huelgas de la Patagonia Rebelde y hasta una reedición de la Comuna de París en Puerto Natales. Ese proceso llegó a ser calificado como “el más importante proceso de lucha social de América Latina”.

En los últimos meses se sumó un nuevo hecho a esa legendaria historia, al conocerse la rebelión de los balleneros y su “revolución socialista” en las Georgias del Sur.

 

UNA FACTORÍA BALLENERA EN EL ATLÁNTICO SUR

A mediados del siglo XIX, los navegantes del hemisferio norte descubrieron que existía una enorme riqueza virgen en los mares australes. Llegaron decenas de barcos para convertir en aceite a millones de cetáceos y lucrar con el abastecimiento de las luminarias de las ciudades europeas y norteamericanas.

La depredación de lobos y elefantes marinos fue tan grande, que en pocos años desaparecieron enormes colonias que habían perdurado durante milenios. Luego, los cañones apuntaron hacia las numerosas ballenas.

En las aguas del Atlántico sur se encontraba, entre otras, la famosa ballena azul de 150 toneladas de peso. Con el aceite y otros subproductos extraídos se podía “ganar 2.500 libras” por ejemplar (1). En 1912 varó en Grytviken el mayor cetáceo jamás capturado: una ballena azul que medía 33,58 metros (2).

Las Georgias del Sur están ubicadas a 1.300 kilómetros de las Malvinas y a 1.700 de Tierra del Fuego, y en el mismo paralelo que Ushuaia. Allí se desarrolló el centro de operaciones ballenero del Atlántico Sur.

En 1904, la Compañía Argentina de Pesca (CAP) -una sociedad entre la empresa argentina de Ernesto Tornquist y capitales noruegos- se instaló en Grytviken con dos veleros, a los que posteriormente sumó una veintena de barcos. Ese año pudieron capturar 195 cetáceos. Pero, en algunas temporadas se llegaron a procesar 95 mil ballenas.

Hubo varios centros productivos: Grytviken fue el primero y permaneció activo hasta 1965Leith operó entre1909 y 1933; Prince Olav (1916 -1934), Stromness (1912 -1931), Nueva Fortuna (1909 -1920) y Godthul (1908 -1929) (3).

UNA FACTORÍA CON MÁS DE MIL OBREROS

La actividad ocupaba a muchos operarios, “un porcentaje menor y calificado en la pesca, y una participación – menos especializada- pero bastante mayor, involucrados en el procesamiento”. Los obreros que participaban en esas “duras tareas”, se integraban a la industria por “distintos incentivos, en primera instancia algunos continuaban la tradición de sus orígenes o de sus familias,  una mayoría se unía por el atractivo de los buenos salarios,  y otros se sumaron tomando en  cuenta que las condiciones de trabajo se habían vuelto menos rígidas,  mejor organizadas al operar en flotillas, con apoyos de radio, médicos, etc.” (3).

La gran mayoría de los balleneros eran noruegos. La población oscilaba entre un millar de habitantes en el verano (llegando a unos dos mil en ciertas temporadas) y unos doscientos en invierno. Predominaron los nórdicos pero también se sumaron argentinos, chilenos y uruguayos.

La elevada rentabilidad de la industria permitía pagar excelentes salarios y en Grytviken se podía gozar de una vida confortable. Algunos trabajadores de las factorías vivieron en el lugar con sus familias. La aldea contaba con cine, cancha de fútbol, iglesia, hospital, panadería, carnicería, estación de radio, biblioteca, tres muelles, un dique flotante y una usina hidroeléctrica. También operaron trayectos ferroviarios para el transporte de cargas.

La CAP llegó a producir mil barriles de aceite diarios, además de procesar la carne, los huesos y otros subproductos de las ballenas.

 

LA REVOLUCIÓN MÁS AUSTRAL DEL MUNDO

De las luchas libradas por los obreros patagónicos, en las primeras décadas del siglo XX, existen testimonios y literatura que aportaron a su conocimiento. Pero, hasta ahora se ignoraba lo ocurrido, en esa misma época, en Grytviken.  

Pablo Fontana publicó recientemente un libro que aborda la pugna de las grandes potencias y la política de Argentina y Chile en la Antártida, entre 1939 y 1959. En un capítulo de ese trabajo, el investigador del CONICET dio detalles de la ignorada sublevación obrera ocurrida en las Georgias.

“A principios de 1920 en Grytviken, a poco más de dos años de la Revolución de Octubre en Rusia, un grupo de treinta y seis trabajadores contratados en Buenos Aires organizó una huelga en la que se sumaron doscientos trabajadores del lugar, salvo tres a los que se consideró expulsar de la isla. Los huelguistas amenazaron con atacar a las autoridades británicas y declarándose bolcheviques intentaron instaurar un gobierno siguiendo el modelo soviético bajo ideales marxistas  además de plantearse  como objetivo la organización de todos los trabajadores balleneros del mundo. Los revolucionarios  lograron hacerse del poder en la isla…” (4).

El historiador amplió los detalles de lo ocurrido: “Esa historia es impresionante y se sabe poco de ella. Solicité documentos al archivo histórico en Puerto Argentino, donde se explica que el conflicto” con la CAP “se originó porque los trabajadores exigían que les pagaran en moneda argentina, entre otras mejoras. Al no recibir respuesta, decidieron nada menos que tomar el poder en la isla, declarándose “bolcheviques”, y proclamaron “la primera república socialista fuera de Rusia”. Tomar el poder en ese contexto para los 200 trabajadores no debe haber sido muy difícil. Allí había un gerente noruego y una autoridad británica –una suerte de juez de paz– quienes dejaron testimonio de haberse asustado mucho cuando los trabajadores se pusieron violentos al no recibir respuestas. El poder lo tuvieron por unos diez días, hasta que llegó por casualidad un crucero de guerra británico…” (5).

 El  17 de enero de 1920, “el crucero británico HMS Dartmounth comandado por el capitán H.W.W. Hope arribó a Grytviken y envió un grupo de marinos armados bajo el mando del teniente Moon que reprimió y desarmó a los trabajadores. Los líderes de esta pequeña revolución comunista fueron deportados el día 21 en dos arponeros a territorio continental argentino. Los trabajadores de las Georgias del Sur quizás con la experiencia de la “Semana Trágica” de enero de 1919, fueron de esta forma la vanguardia desconocida que se adelantó a los eventos de la Patagonia Rebelde” (4).

Fontana constató que luego de haber sofocado la rebelión “los líderes fueron expulsados a Buenos Aires. No existe información clara sobre quienes fueron” (5); como tampoco sobre la represión y las consecuencias que pudieron sufrir al llegar al país.

El joven historiador procura avanzar sobre esos detalles ocultos: “Contacté a historiadores noruegos de la industria ballenera que me van a facilitar los nombres de aquellos huelguistas, a ver si alguno tuvo participación en las luchas obreras del continente y si existe relación entre los tres episodios (La Patagonia Rebelde, la Semana Trágica y la sublevación en Georgias)” (5).

Más allá de lograr estas precisiones, la revelación permite mensurar la magnitud de la rebeldía obrera existente, que llegó a manifestarse  hasta en las puertas de la Antártida.

 

NOTAS:

1-   Laurio H. Destefani. Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur (Buenos Aires, 1982).


3-   La Actividad Ballenera. www.histamar.com.ar

4-   Pablo Fontana. La Pugna Antártica (Guazuvirá Ediciones. Buenos Aires, 2014).

5-   Pablo Fontana. Entrevista publicada en el diario Página 12 (15/12/2015).

 

Publicado en la Revista Fuego N°3, de noviembre de 2016.


 

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