Los desaparecidos de Tierra del Fuego
La barbarie desatada por la última dictadura militar tuvo manifestaciones en Tierra del Fuego. Dos estudiantes fueguinos fueron secuestrados y desaparecidos. Un conscripto de la Base Naval sufrió similar suerte y hubo un secuestro denunciado en Ushuaia que no pudo ser constatado. La madre de uno de los jóvenes tuvo una destacada actuación en la organización de los familiares; fue privada de la libertad y torturada en la ESMA. Las víctimas de la dictadura merecen un reconocimiento que aún no han obtenido en nuestra provincia.
Por Bernardo Veksler
El genocidio consumado en el país contó con víctimas fueguinas. Gustavo Alejandro Cabezas, de 17 años, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, fue secuestrado tempranamente por la dictadura, su madre dio una formidable batalla para encontrarlo y sufrió perversas represalias por esa causa.
“La noche del 30 de abril de 1979, Thelma Dorothy Jara de Cabezas, de 52 años, salió abrumada del Hospital Español, donde había estado cuidando a su esposo (Vicente Cabezas) que se moría de un cáncer de pulmón, cuando “empezaron a prenderse luces de todos lados”. Le pareció extraño, pero no le dio importancia y caminó una cuadra hacia la parada del colectivo. Entonces un coche blanco retrocedió hasta donde esperaba, se abrió una de las portezuelas y una mano enguantada le tapó la boca. La arrojaron dentro del auto y en escasos segundos fue esposada y encapuchada. En el largo trayecto hacia un destino ignoto tuvo tiempo de pensar: la circunstancia más temida estaba ocurriendo. Desde que le arrebataron a su hijo Gustavo Alejandro –el 10 de mayo de 1976–, se la había pasado en la primera línea de los reclamos. Había debutado en la Plaza de Mayo cuando apenas eran seis madres, luego había seguido la búsqueda del adolescente desaparecido” (1).
Hasta entonces había ocupado un puesto destacado en la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones políticas y llevó a México su desesperado reclamo ante los obispos reunidos de la CELAM.
Su destino fue el siniestro sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, que era el conducto habitual hacia los “vuelos de la muerte”.
Un día fue llevada a una confitería del barrio de Nuñez, donde fue entrevistada por una cronista de la revista Para Ti. La inteligencia militar lo organizó para su publicación, el 10 de septiembre de 1979, en cinco páginas tituladas: “Habla la madre de un subversivo muerto”. Esta manipulación mediática se propuso desvirtuar las denuncias recibidas de los familiares por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que había llegado al país para investigar las violaciones de los derechos humanos.
También fue conducida en tres oportunidades a Uruguay, donde se repitió la farsa ante medios extranjeros vinculados a la poderosa secta Moon. Thelma fue obligada a remitir cartas desde allí a Jorge Rafael Videla, a Juan Pablo II, a los cardenales Raúl Primatesta y Juan Carlos Aramburu, a miembros de organismos de derechos humanos y a su familia, en las que afirmaba que había tenido que huir amenazada por una organización armada y que su hijo había perecido en un enfrentamiento.
Daniel Cabezas, desde su exilio en México, realizó intensas gestiones para saber de su madre y hermano. En respuesta a su desesperada búsqueda, Julio Cortazar publicó una columna en el diario español El País, en agosto de 1979, donde señaló: “Es sabido que un grupo de madres y esposas en situaciones análogas se reúne semanalmente en la plaza de Mayo en un desfile silencioso frente a la casa de Gobierno, y que su calificación de “locas de la plaza” contiene la mejor, exacta e implacable definición del régimen, que así pretende humillarlas y desalentarlas”.
En otro párrafo afirmó que “en su siniestra simetría, da a la desaparición de la señora de Cabezas un sentido todavía más condenatorio para quienes vejan así a todo un pueblo en la persona de una mujer que valerosamente supo asumir su atroz sufrimiento de madre frente a la desaparición de su hijo adolescente y luchar con otras mujeres igualmente valerosas, por la causa de la libertad”.
Uno de sus torturadores fue Ricardo Miguel Cavallo. Dos décadas después de su temporal cautiverio, Thelma lo reconoció en una foto y solicitó la actuación del entonces juez español Baltasar Garzón, que lo encarceló y condenó.
La declaración de cinco conscriptos llevó a la detención del coronel retirado Carlos Tomás Macedra, quien fue acusado del homicidio de Florencia María Villagra y de la privación ilegal de la libertad de Gustavo y otro adolescente.
La causa judicial permitió esclarecer que en la madrugada del 10 de mayo de 1976, los jóvenes fueron interceptados por una camioneta militar cuando repartían volantes en la plaza 9 de Julio, en la localidad bonaerense de Martínez. Macedra comandaba al grupo que realizó el procedimiento. Florencia asustada, comenzó a correr y le disparó. A Cabezas le pegó un culatazo en la cabeza. Después ordenó a los soldados que subieran a los chicos a una camioneta, para sumarlos al siniestro dispositivo de aniquilamiento.
El Tribunal Oral Federal N° 1 de San Martín, el 12 de marzo pasado, condenó a once represores por estos y otros crímenes, entre ellos, a Santiago Riveros, Reynaldo Bignone, Luis Sadi Pepa, Eduardo Corrado y Carlos Macedra a prisión perpetua; y a otros seis militares a penas menores.
El estudiante de Río Grande Juan Carlos Mora fue secuestrado, el 1° de diciembre de 1976, en La Plata, junto con su esposa Silvia Amanda González, que estaba embarazada. Pudo constatarse que Mora estuvo en la Comisaría 5° platense y en el centro clandestino conocido como “Pozo de Arana”.
Ambos permanecieron desparecidos hasta que sus restos fueron identificados recientemente por la Justicia Federal, luego de varios años de trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, y se procedió a la entrega de los restos a sus familiares.
El conscripto Miguel Ángel Hoyo (Legajo N° 2278), que cumplía con su servicio militar en la Base Naval, fue secuestrado, el 3 de julio de 1977, en el vuelo en el que retornaba a Buenos Aires, para ser dado de baja.
Hoyo fue uno de los 135 conscriptos desaparecidos mientras se encontraban bajo bandera. El denominador común de las respuestas oficiales ante los reclamos de los familiares fue “deserción” y que los jóvenes “habían sido dados de baja” de la institución.
Otro caso fue el de Leandro Jorge Campo Lucci, de 24 años, quien habría sido secuestrado en esta ciudad, el 1° de febrero de 1979, según consta en los archivos de la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas) con el número de denuncia 9543, declaración 2814; del que no existen mayores precisiones sobre el hecho, ni testimonios de que haya pasado por algún centro clandestino de detención.
Estas manifestaciones del horror perpetrado por la dictadura deberían tener una visibilidad mayor en la memoria colectiva de los fueguinos.
FUENTES:
Gabriela Juvenal. La operación que Para Ti hizo con Jara de Cabezas. Miradas al Sur, 19 de septiembre de 2010.
Miguel Bonasso. La increíble historia de Thelma Jara de Cabezas. Página 12, 4 de setiembre de 2000.
Alejandra Dandan. “Esto fue como volver un poco a la vida”
Página 12, 13 de marzo de 2013
Página/12 Martes, 28 de junio de 2011
Referencias:
Miguel Bonasso. Página 12, 4 de setiembre de 2000.
El genocidio consumado en el país contó con víctimas fueguinas. Gustavo Alejandro Cabezas, de 17 años, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios, fue secuestrado tempranamente por la dictadura, su madre dio una formidable batalla para encontrarlo y sufrió perversas represalias por esa causa.
“La noche del 30 de abril de 1979, Thelma Dorothy Jara de Cabezas, de 52 años, salió abrumada del Hospital Español, donde había estado cuidando a su esposo (Vicente Cabezas) que se moría de un cáncer de pulmón, cuando “empezaron a prenderse luces de todos lados”. Le pareció extraño, pero no le dio importancia y caminó una cuadra hacia la parada del colectivo. Entonces un coche blanco retrocedió hasta donde esperaba, se abrió una de las portezuelas y una mano enguantada le tapó la boca. La arrojaron dentro del auto y en escasos segundos fue esposada y encapuchada. En el largo trayecto hacia un destino ignoto tuvo tiempo de pensar: la circunstancia más temida estaba ocurriendo. Desde que le arrebataron a su hijo Gustavo Alejandro –el 10 de mayo de 1976–, se la había pasado en la primera línea de los reclamos. Había debutado en la Plaza de Mayo cuando apenas eran seis madres, luego había seguido la búsqueda del adolescente desaparecido” (1).
Hasta entonces había ocupado un puesto destacado en la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones políticas y llevó a México su desesperado reclamo ante los obispos reunidos de la CELAM.
Su destino fue el siniestro sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, que era el conducto habitual hacia los “vuelos de la muerte”.
Un día fue llevada a una confitería del barrio de Nuñez, donde fue entrevistada por una cronista de la revista Para Ti. La inteligencia militar lo organizó para su publicación, el 10 de septiembre de 1979, en cinco páginas tituladas: “Habla la madre de un subversivo muerto”. Esta manipulación mediática se propuso desvirtuar las denuncias recibidas de los familiares por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que había llegado al país para investigar las violaciones de los derechos humanos.
También fue conducida en tres oportunidades a Uruguay, donde se repitió la farsa ante medios extranjeros vinculados a la poderosa secta Moon. Thelma fue obligada a remitir cartas desde allí a Jorge Rafael Videla, a Juan Pablo II, a los cardenales Raúl Primatesta y Juan Carlos Aramburu, a miembros de organismos de derechos humanos y a su familia, en las que afirmaba que había tenido que huir amenazada por una organización armada y que su hijo había perecido en un enfrentamiento.
Daniel Cabezas, desde su exilio en México, realizó intensas gestiones para saber de su madre y hermano. En respuesta a su desesperada búsqueda, Julio Cortazar publicó una columna en el diario español El País, en agosto de 1979, donde señaló: “Es sabido que un grupo de madres y esposas en situaciones análogas se reúne semanalmente en la plaza de Mayo en un desfile silencioso frente a la casa de Gobierno, y que su calificación de “locas de la plaza” contiene la mejor, exacta e implacable definición del régimen, que así pretende humillarlas y desalentarlas”.
En otro párrafo afirmó que “en su siniestra simetría, da a la desaparición de la señora de Cabezas un sentido todavía más condenatorio para quienes vejan así a todo un pueblo en la persona de una mujer que valerosamente supo asumir su atroz sufrimiento de madre frente a la desaparición de su hijo adolescente y luchar con otras mujeres igualmente valerosas, por la causa de la libertad”.
Uno de sus torturadores fue Ricardo Miguel Cavallo. Dos décadas después de su temporal cautiverio, Thelma lo reconoció en una foto y solicitó la actuación del entonces juez español Baltasar Garzón, que lo encarceló y condenó.
La declaración de cinco conscriptos llevó a la detención del coronel retirado Carlos Tomás Macedra, quien fue acusado del homicidio de Florencia María Villagra y de la privación ilegal de la libertad de Gustavo y otro adolescente.
La causa judicial permitió esclarecer que en la madrugada del 10 de mayo de 1976, los jóvenes fueron interceptados por una camioneta militar cuando repartían volantes en la plaza 9 de Julio, en la localidad bonaerense de Martínez. Macedra comandaba al grupo que realizó el procedimiento. Florencia asustada, comenzó a correr y le disparó. A Cabezas le pegó un culatazo en la cabeza. Después ordenó a los soldados que subieran a los chicos a una camioneta, para sumarlos al siniestro dispositivo de aniquilamiento.
El Tribunal Oral Federal N° 1 de San Martín, el 12 de marzo pasado, condenó a once represores por estos y otros crímenes, entre ellos, a Santiago Riveros, Reynaldo Bignone, Luis Sadi Pepa, Eduardo Corrado y Carlos Macedra a prisión perpetua; y a otros seis militares a penas menores.
El estudiante de Río Grande Juan Carlos Mora fue secuestrado, el 1° de diciembre de 1976, en La Plata, junto con su esposa Silvia Amanda González, que estaba embarazada. Pudo constatarse que Mora estuvo en la Comisaría 5° platense y en el centro clandestino conocido como “Pozo de Arana”.
Ambos permanecieron desparecidos hasta que sus restos fueron identificados recientemente por la Justicia Federal, luego de varios años de trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, y se procedió a la entrega de los restos a sus familiares.
El conscripto Miguel Ángel Hoyo (Legajo N° 2278), que cumplía con su servicio militar en la Base Naval, fue secuestrado, el 3 de julio de 1977, en el vuelo en el que retornaba a Buenos Aires, para ser dado de baja.
Hoyo fue uno de los 135 conscriptos desaparecidos mientras se encontraban bajo bandera. El denominador común de las respuestas oficiales ante los reclamos de los familiares fue “deserción” y que los jóvenes “habían sido dados de baja” de la institución.
Otro caso fue el de Leandro Jorge Campo Lucci, de 24 años, quien habría sido secuestrado en esta ciudad, el 1° de febrero de 1979, según consta en los archivos de la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas) con el número de denuncia 9543, declaración 2814; del que no existen mayores precisiones sobre el hecho, ni testimonios de que haya pasado por algún centro clandestino de detención.
Estas manifestaciones del horror perpetrado por la dictadura deberían tener una visibilidad mayor en la memoria colectiva de los fueguinos.
FUENTES:
Gabriela Juvenal. La operación que Para Ti hizo con Jara de Cabezas. Miradas al Sur, 19 de septiembre de 2010.
Miguel Bonasso. La increíble historia de Thelma Jara de Cabezas. Página 12, 4 de setiembre de 2000.
Alejandra Dandan. “Esto fue como volver un poco a la vida”
Página 12, 13 de marzo de 2013
Página/12 Martes, 28 de junio de 2011
Referencias:
Miguel Bonasso. Página 12, 4 de setiembre de 2000.
PUBLICADO EN EL DIARIO DEL FIN DEL MUNDO EL 28-3-2013
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