06 abril 2010

Acerca de la ligereza de difamar y de algunas modalidades propias del estalinismo

CARTA ABIERTA A LA DIRIGENCIA DEL SUTEF

Sobre la declaración de “no gratos”

Acerca de la ligereza de difamar y de algunas modalidades propias del estalinismo

Luego de que hayan pasado un par de semanas sin recibir una respuesta al correo electrónico que les envié a los actuales dirigentes del Sutef Río Grande, solicitando explicaciones sobre mi inclusión en una lista de personas “no gratas” para esa conducción gremial, me siento liberado de expresar públicamente mi asombro e indignación ante la ligereza insustancial de algunos pronunciamientos de esa dirigencia gremial.
En ese correo, expresaba que no entendía las razones de esa determinación, dado que desde mayo del año pasado me desempeño en labores técnico -profesionales en la Casa de Tierra del Fuego en la ciudad de Buenos Aires, por lo tanto no sólo no tuve incidencia alguna en el presente conflicto docente sino que ni siquiera tuve oportunidad de dar a conocer opinión alguna sobre su origen y desenvolvimiento. Es decir, que ni siquiera se me puede adjudicar el “delito” o la “traición” de haber formulado algún tipo de crítica pública a la lucha docente.
Pero más allá de mi situación personal, este hecho me llevó a reflexionar sobre la ligereza con que se hacen imputaciones sin asumir la responsabilidad pública de argumentar y explicar los fundamentos de una decisión publicada difusamente. Creo que es una actitud que tira por la borda décadas de prácticas sindicales donde los líderes se esforzaban por explicar el sustento de sus posiciones ante toda la sociedad, para demostrar sus convicciones y para ganar adeptos en otras franjas sociales que hicieran que sus reclamos puedan ser más contundentes y exitosos.
Pero en los últimos años he percibido que se suelen hacer afirmaciones sin preocuparse de sustentarlas, basta la imputación o directamente la injuria, total con la insistencia “algo quedará”. Las acusaciones insustanciales de traición como un epíteto infundado tienen una larga y desafortunada historia en el movimiento obrero mundial. Quien más utilizó esa nefasta práctica fue el estalinismo, que acostumbraba a defenestrar con cualquier tipo de acusación a todo aquel que se atreviera a formular alguna crítica o disidencia. En el caso particular y emblemático del líder de la Revolución Rusa León Trotzky, lo hicieron blanco de todo tipo de injurias, acusaciones y difamaciones aprovechándose del poderoso aparato mundial influenciado por Moscú. Hasta llegaron a calificarlo de “agente de la CIA”, sin preocuparse por sustentar esas imputaciones. Tanto insistieron en la calumnia que algunos se sintieron justificados como para planificar todo tipo de atentados en su contra, hasta que un fanático u obsecuente se convirtió en el brazo ejecutor del crimen.
Pero, también existe otra saludable tradición en las organizaciones gremiales que desarrollaron metodologías democráticas. Cuando algún miembro actual o que haya pertenecido a sus filas es cuestionado por alguna actitud, lejos de privársele de todo derecho de defensa, se le ofrece la oportunidad para ejercerla. Más todavía, existen numerosos antecedentes de la conformación de tribunales compuestos por personalidades intachables que, luego de escuchar a acusadores y acusados, dan a conocer un veredicto que ratifica o rectifica la legitimidad de la imputación.
Pero, en el caso particular de la dirigencia docente fueguina no sólo tira por la borda estas prácticas, además de minimizar los argumentos lógicos para sustentar sus posiciones ante toda la sociedad, sino que también se desprecia la propia historia de la organización y de quienes protagonizaron heroicas luchas en defensa de las reivindicaciones sectoriales. Amén de que algunos de los que hoy ocupan posiciones dirigenciales, en los momentos de las luchas más álgidas, estuvieron fuera de circulación, no se sabía de ellos o directamente no acataban las medidas de fuerza de entonces.
Los que estuvimos al frente de duros conflictos contra gobiernos que produjeron fenomenales ataques al poder adquisitivo de los salarios y acciones represivas para imponerlos, deberían, al menos tener el derecho de ser escuchados. En mi caso particular, participé activamente en mis años de desempeño como docente de las movilizaciones, paros y huelgas que resistieron los ataques de los gobiernos de José Estabillo y Carlos Manfredotti, donde, además de una brutal reducción salarial, se nos descontaron de nuestros haberes los jornales de las prolongadas huelgas que llevamos adelante y en ese momento no existió juez alguno que se atreviera a contradecir al Ejecutivo y fallara a favor de los trabajadores.
Es una verdad asumida por el pueblo argentino la necesidad de conservar y respetar la memoria, como un espacio conquistado por el pueblo en el cual se pueden abrevar nuevas experiencias de lucha. Entonces, ¿se puede despreciar de una manera tan brutal a aquellos que estuvieron al frente de esa resistencia poniéndole el cuerpo a las amenazas represivas? ¿A los que estuvieron en los más de sesenta días de huelga y los más de treinta días de huelga de hambre con que se resistió a Manfredotti? Sobre todo cuando lo único que se puede aducir en su contra es que tienen son distintas opiniones.
En mi caso particular, ni siquiera se me puede incluir en este grupo porque no he tenido pronunciamiento público alguno en relación con el conflicto y ninguna acción que pueda calificarse como de ataque, desprestigio, cuestionamiento ni desvalorización de la lucha docente. Entonces, ¿cuál es la razón de que tan alegremente se me incluye en una lista de “no gratos” o “traidores” cuando desde hace siete años no me desempeño como docente y, por lo tanto, cesó también mi afiliación al Sutef?
Pero, para aquellos que no me conocen, puedo informarles que tuve militancia revolucionaria durante 25 años de mi vida, participé de la resistencia a dos dictaduras militares, fui dirigente gremial, amenazado por la Triple A y fundador de organismos de derechos humanos. En mi rol de periodista nunca transé con el poder de turno y en mi corta experiencia en la función pública propulsé el pluralismo más absoluto del tratamiento informativo de los medios públicos provinciales.
La responsabilidad en las afirmaciones de los que se encuentran encarnando la representación gremial es una necesidad elemental de esa función, para que el sustento de los fundamentos que se hacen públicos merezcan seriedad en su formulación, seguramente de esa manera se lograrán muchos más objetivos propuestos en la defensa de las reivindicaciones de los trabajadores.
El cuestionamiento de una dirigencia sindical que se encuentra en medio de un conflicto, no puede ser tomado con indiferencia ni por mi trayectoria ni por mi pasado, menos todavía cuando no se ofrece alguna explicación racional a mi inclusión en esa lista.
Por esa razón, quiero exigir el derecho a mi defensa, que se me permita tener la mínima garantía de saber de qué se me acusa, de hacer mi descargo ante un tribunal independiente que juzgue mi actitud. Si no se procede de esa manera, lo único que se estará demostrando es un alto grado de irresponsabilidad en las afirmaciones públicas, un insólito infantilismo en las conductas y una peligrosa revisión de los ejemplos dados por los más destacados referentes de la clase trabajadora.



Bernardo Veksler
DNI 7.836.361

Publicado en El Diario del Fin del Mundo (Ushuaia) y Provincia 23 (Río Grande) el 6 de abril de 2010