22 octubre 2009

La depresión del invierno

Con los primeros fríos, muchas personas comienzan a sentirse presos de un clima de desasosiego y pesadumbre, que puede desembocar en un cuadro depresivo. En esos días se duplican las consultas a los psicólogos por esta causa.
Este trastorno aparece durante la etapa adulta y se presenta en las mujeres con una frecuencia cuatro veces mayor que en los hombres.


Por Bernardo Veksler

La extensión de las horas nocturnas termina por afectar al organismo, porque este no termina de acostumbrarse a la disminución de la luz solar. Las consecuencias se visualizan en un mayor deseo de dormir, en una falta de motivación y en una cierta tendencia a la ira. Quien sufre este síndrome nota un incremento de su apetito con ansias de ingerir sobretodo hidratos de carbono y platos dulces, lo que se traduce inexorablemente en un aumento de peso durante el invierno.
Es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por un cuadro depresivo. La ciencia lo explica por una mayor producción de melatonina, una hormona muy influenciada por la luz solar. El efecto producido por la llegada del otoño es conocido con la sigla TAE (Trastorno Afectivo Estacional) o SAD (en inglés, Season Affective Disorder).
A medida que nos acercamos a los polos, esta afección tiene una incidencia mayor sobre la conducta de hombres y mujeres. Una de cada cinco personas que viven en esas latitudes puede sufrirla. Desde hace varias décadas, se investiga en Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia y Estados Unidos los efectos de la prolongada noche invernal. Se intenta dilucidar las consecuencias que genera en el organismo humano esos cambios dinámicos entre el día y la noche. Además de los síntomas mencionados anteriormente, se pudo determinar que el TAE dificulta la concentración y hace que los pensamientos fluyan con más lentitud, con una tendencia a sentirse desdichado y desmotivado.
El doctor Alfred Lewy, de la Universidad de Ciencias de la Salud de Oregon, consideró que “la depresión invernal es una suerte de desfasaje en el que los ritmos cotidianos de la gente dejan de corresponder cada vez más al tiempo del reloj conforme se demora el amanecer. En medio del invierno la gente con esta afección se siente como si la obligaran a despertarse horas antes de que sus cuerpos estén dispuestos”.

Ayuda otoñal
Los principales episodios depresivos comienzan hacia fines del otoño y primeros meses del invierno y desaparecen durante los meses de verano. La edad promedio de aparición es alrededor de los 23 años y se presenta en las mujeres con una frecuencia mayor que en los hombres.
A partir de las primeras semanas de octubre, los terapeutas comienzan a recibir un notable aumento de las demandas de ayuda. “En el resto de las afecciones (problemas sexuales o alimentarios, ansiedad, etc.) no se manifiesta un crecimiento de las consultas, en cambio, en temas vinculados a la depresión, sí. Sobre veinte pacientes es normal que existan dos o tres casos, pero al llegar el otoño los afectados se duplican”, afirma la psicóloga clínica Eva Sandez de La Coruña, un punto neurálgico de España, dado que por su latitud se puede presumir una mayor incidencia del TAE.
La terapeuta señala que muchos de sus pacientes tienen una depresión más estable, crónica, pero “al llegar los meses de octubre y noviembre consultan con mayor frecuencia. También se producen numerosos pedidos de asistencia por primera vez”. Sandez describe los principales síntomas que manifiestan: “cansancio, tristeza y mucha ansiedad que se refleja con fastidio por el trabajo o malestar en la vida de relación. Esto se origina en los cambios que el clima introduce en la vida de las personas”. El 80 por ciento de los que requieren de su asistencia profesional son mujeres, con una clara preeminencia de las mayores de 50 años.

Aislamiento y soledad
A este tipo de depresión orgánica se suma la de carácter psíquico, cuya mayor presencia también se manifiesta en la época invernal. El aislamiento, la disminución de los contactos sociales y una vida familiar mucho más intensa, hace que aparezcan conflictos de convivencia, que en el verano tienen menos oportunidades de surgir. La soledad también tiene una dimensión mayor.
La finalización del período estival produce el deprimente efecto de pensar que todo lo bello de la vida ha terminado, al trocar viajes, aventuras y la libertad de las vacaciones por el rigor de los compromisos laborales. El psicólogo Arnoldo Liberman señala que “hay una relación entre lo que significa la retracción vital y el invierno que produce una mayor exigencia en lo laboral Al pasar de una situación donde todo estaba negado como realidad hostil, a tener que asumirla como tal... Al finalizar las vacaciones uno se encuentra otra vez con las circunstancias y con una rutina, que son las que juegan el verdadero partido. El verano es una especie de regalo que nos han hecho, pero en el fondo es una mentira”.
En esta parte del mundo el invierno se inicia con el fin de año. Una época propicia para hacer evaluaciones sobre el período que finaliza, un balance de logros y fracasos, de pérdidas y rupturas, de anhelos y frustraciones que pueden aportar su cuota adicional de crisis. Asimismo, las necesidades de evasión canalizadas en los festejos, a gran parte de la sociedad le provoca un aumento de las dificultades económicas y ahogos financieros, que hace que la “cuesta de enero” agregue una carga extra a su salud mental.

Los tratamientos
Los tratamientos más recomendados para el TAE incluyen fototerapia, psicoterapia y medicamentos antidepresivos.
Las aplicaciones de luz artificial pueden ser incluso una alternativa a los medicamentos. Las lámparas para el tratamiento son pequeñas y muy fáciles de llevar a cualquier lugar. Los tamaños han disminuido notoriamente, pues ahora se fabrican con pequeñas ampolletas incandescentes, capaces de producir gran luminosidad. La luz se debe aplicar por la mañana, durante media hora. Basta con ponerla a una distancia de 30 a 60 centímetros de la persona, en un ángulo de 45 grados, de manera que los ojos no reciban la luz en forma directa. Si bien en España no se cuenta con estadísticas, porque aún son escasos los centros médicos que aplican esta técnica, en Estados Unidos los reportes sobre sus beneficios son contundentes.
Sandez confirma esta afirmación: la inmensa mayoría de los terapeutas “no utilizamos la fototerapia artificial, nosotros recomendamos paseos para absorber la luz solar de una forma natural, una o dos horas al mediodía”.
Con respecto al tratamiento, “al principio tenemos dos sesiones semanales de una hora y después, durante dos meses, una vez a la semana, luego, un simple seguimiento. Se completa el tratamiento con medicamentos antidepresivos y ansiolíticos, y se notan mejoras, que se reafirman cuando llega la primavera. Tal es así, que en verano hay muy pocos casos de depresión”.
En general los especialistas aconsejan que los pacientes deben saber que no son los únicos afectados y que lo peor que puede hacer un deprimido es postrarse en una cama. Encontrar vías de socialización, esforzarse en mejorar la convivencia familiar y el diálogo con su pareja y con sus hijos, es una alternativa. Otra opción es el deporte, que aporta vínculos personales, descarga agresividad y enriquece el estado de salud psicofísico.
Ante la aparición de los primeros síntomas o la evidencia de un cuadro depresivo, la soledad es la peor de las compañías.






Arnoldo Liberman (psicólogo):

“Se puede entrar en depresión sin que nada en el entorno lo justifique”

“La depresión tiene múltiples facetas. Una de ellas es la tristeza, la pérdida de capacidad vital, hay una reducción intelectual muy significativa”, explica el psicólogo Arnoldo Liberman, y agrega: “en su esencia es agresividad que uno se ha tragado, que no la ha podido manifestar plena y libremente. No es matemático, pero es fácil de ver que cuando un depresivo puede descargar su agresividad mejora su estado”.
El terapeuta señala que “hay distintos tipos de depresiones. Están las que tiene que ver con reacciones frente a circunstancias, otras tienen que ver con inexplicables razones orgánicas. Un ser puede estar en un momento muy bueno de su vida y entra en depresión, aunque no haya nada en su entorno que lo justifique. Las que se producen por pérdidas, por conflictos, la muerte de un ser querido, mal o bien pasa un tiempo y se elabora. Hay otras que son fondos depresivos, no tienen que ver con aspectos anecdóticos concretos, tienen que ver con que ese ser humano tiene un fondo melancólico, en función de una infancia que habrá que investigar en sus razones primarias, que puede durar toda la vida”.


La melatonina

La melatonina es una hormona sintetizada producida principalmente por la glándula pineal, y participa en una gran variedad de procesos celulares, neuroendocrinos y neurofisiológicos. Una de las características más salientes es su variabilidad a lo largo del ciclo del día.
El cuerpo produce esta sustancia, conocida como la hormona del sueño, en mayores cantidades cuando hay oscuridad. Por una condición genética, algunas personas reflejan una mayor sensibilidad ante la menor cantidad de horas de luz. Al llegar la noche, la glándula pineal produce melatonina, una hormona que induce a la somnolencia. Con la presencia de la luz matinal, la glándula deja de producirla, lo que lleva al despertar. Esto explica por qué en verano es más fácil levantarse rápidamente y con mayor energía, mientras que en invierno se siente más pereza por las mañanas.
En los seres humanos se produce una síntesis constante de melatonina que disminuye abruptamente hacia los 30 años de edad. Estudios recientes observan que esa hormona tiene, entre otras funciones, la de disminuir la oxidación, por esa razón, la alteración de su cantidad casi siempre va acompañada de efectos psíquicos, como insomnio y depresión.
Las investigaciones en fotobiología demuestran que una carencia crónica de luz puede, además de depresión, producir otras alteraciones de la salud como estrés, ansiedad, cefaleas, mareos, fatiga crónica, raquitismo, inapetencia sexual, impotencia e infertilidad.
En algunos alimentos (avena, cerezas, maíz, vino tinto y arroz) se pueden encontrar precursores de la melatonina.





La humanidad se enferma de depresión

La depresión ya es la dolencia con más impacto social en los países ricos, aunque las enfermedades cardiacas son la primera causa de muerte, advierte un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), difundido, a finales del año pasado, por la revista científica electrónica PLoS Medicine.
La depresión unipolar seguirá siendo en el 2030 la enfermedad con un mayor impacto social. "Menos de la mitad de los episodios de depresión mayor se diagnostica correctamente en los países de ingresos elevados, y sólo la mitad de los que se diagnostican recibe un tratamiento eficaz", señaló Colin Mathers, epidemiólogo de la OMS y coautor de la investigación.
La futura evolución de la depresión viene determinada en gran parte "por el crecimiento y el envejecimiento de la población, más que por un deterioro de las condiciones de vida", afirmó Mathers. Para reducir el impacto de la depresión –aseguró-, "será importante mejorar la disponibilidad de tratamientos efectivos contra la depresión, pero también reducir el estigma en torno a las enfermedades mentales".
La OMS prevé un incremento de la depresión a escala global, que se situará en segundo lugar detrás del SIDA en años de vida perdidos o vividos con discapacidad.
Estos datos fueron presentados como una actualización del histórico estudio Impacto Global de la
Enfermedad, publicado por la OMS en 1997, que hizo una prospección de las tendencias de salud global hasta el 2020.


Publicado en la Revista Psychologies, editorial Hachette, Madrid, diciembre 2007.

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